LAVANGUARDIA

19/05/02

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"SITUACIÓN LÍMITE EN ORIENTE MEDIO: EL CONFLICTO PALESTINO-ISRAELÍ"

KENNETH W. STEIN

ENGLISH TRANSLATION

       PARECE QUE ESTADOS árabes como Jordania, Arabia Saudí y Egipto quieren echar a Arafat y su Gobierno corrupto, y apoyar a sus sucesores

       LA SITUACIÓN PUEDE progresar hacia otro modelo que incluya graves sanciones a los palestinos que usen la violencia y el fin de los asentamientos

       Entre otras muchas posibles, quisiera hoy presentar siete observaciones sobre las cuestiones relativas a las negociaciones llevadas a cabo en el conflicto de Oriente Medio, la violencia actual y la diplomacia futura en las relaciones palestino-israelíes.

       Primera. Los acuerdos de Oslo del año 1993 entre israelíes y palestinos no guardan parecido con el viaje de Sadat a Jerusalén en 1977. El proceso de Oslo y las negociaciones desde aquella fecha se referían no a la reconciliación entre dos nacionalismos, sino a la separación entre sus poblaciones correspondientes. A la manera de dos polos magnéticos, los nacionalismos palestino e israelí se repelen intrínsecamente el uno al otro. Sólo cuando cada nacionalismo decida los límites de sus propias aspiraciones territoriales podrán avanzar verdaderamente las negociaciones. Y eso sólo sucede cuando cada parte renuncia a sus mitos históricos y sueños referidos al porvenir o, como mínimo, los aplaza abiertamente.

       Segunda. Los lugares geográficos y objetivos elegidos por los terroristas palestinos contra los israelíes señalan a un doble fin: primero matar judíos aunque, preferente y específicamente, se trata de que sean jóvenes israelíes y segundo, generar miedo en el ánimo de cada israelí que accede a un espacio o lugar público. A grupos como Hamas, Yihad Islámica y Brigadas de Al Aqsa, bajo la guía que implica el compromiso militante de liberar a toda Palestina de manos israelíes, no les importa gran cosa la magnitud del sufrimiento que las acciones de represalia israelíes acarrean a la mayoría de la población palestina. Puesto que todavía quedan reductos de militancia palestina en los campos de refugiados de Gaza, cabe esperar que se produzcan nuevas acciones bélicas israelíes contra las mismas organizaciones y redes terroristas con sede en ciertas áreas de Cisjordania.

       Tercera. La opinión pública israelí sigue apoyando abrumadoramente al primer ministro Sharon, así como el empleo de la fuerza contra el terrorismo palestino. No únicamente Sharon, sino también la mayoría de los israelíes -que no obstante siguen creyendo que un Estado palestino es el único camino viable para evitar la absorción de tres millones de palestinos en Cisjordania y Gaza- responsabiliza de lleno a Arafat de las muertes de ciudadanos israelíes. Como la sociedad israelí no confía en Arafat, resulta prácticamente imposible alcanzar un acuerdo palestino-israelí mientras él controle y dirija las aspiraciones nacionales palestinas. Participe o no Arafat en futuras conferencias regionales o internacionales, Israel no confiará a este zorro la custodia de las gallinas... Resulta asimismo problemático, si no imposible, que los palestinos alcancen un acuerdo con un sistema político que en Israel hace posible que se tome partido -como ha quedado constancia por la decisión del Likud la semana pasada de oponerse a la creación de un Estado palestino- en favor de reducir aún más el margen de los logros diplomáticos y políticos. Esta decisión del partido Likud podría, en último extremo, conducir a la creación de una coalición de centro Sharon-Partido Laborista para contrarrestar el regreso de Bibi Netanyahu al núcleo de poder del Likud y asegurar su derrota en las próximas elecciones israelíes para el cargo de primer ministro, previstas para finales del 2003.

       Cuarta. Para tres millones de palestinos en Cisjordancia y Gaza, el balance de los diecinueve meses de "intifada" es catastrófico. Han muerto más de dos mil palestinos y los heridos se elevan a 34.000, a lo que hay que añadir la destrucción de viviendas y los daños en infraestructuras. Los ingresos per cápita han caído a la mitad (de la cifra de 1.650 dólares per cápita) y el desempleo se eleva al 50%. La mayoría de los palestinos han finalizado su segunda "intifada" como acabaron la primera, hace ocho años, asediados y controlados por un poderoso ejército y economía israelíes. Hay, no obstante, una importante diferencia en esta ocasión: un cierto grado de autogobierno palestino -fracasado- precedió a esta "intifada". Los propios palestinos han calificado de fracaso abismal el Gobierno de Arafat, que siguió dominado por la corrupción, el amiguismo, el monopolio de poder, la autoalabanza y el gasto de la mitad de la ayuda extranjera en dólares en siete servicios de seguridad distintos. Por motivos inexplicables, los dirigentes de la Unión Europea se dejaron cautivar por la idea de que Arafat era una especie de Bismarck o George Washington modernos. Acusar a Sharon, a los asentamientos y a Israel es solamente una parte de la historia que cuenta; la otra cara de la aflicción palestina se refleja en su propio espejo... Una vez más, el mundo árabe ha proporcionado respaldo retórico en enormes cantidades, pero sólo exiguas dosis de ayuda sustancial.. De los cien millones de dólares de ayuda urgente prometidos en la cumbre árabe de Beirut el pasado mes de marzo, según se informa menos de la mitad se había entregado a la Autoridad Palestina un mes más tarde.

       Quinta. Una vez más, Arafat ha arrebatado la baza de la supervivencia política de las fauces de una derrota material. Lo hizo después de la invasión israelí de Líbano en 1982 y en 1993, después de su equivocada postura de adhesión a Saddam Hussein. Eligió luego el reconocimiento de Israel para asegurarse el control del movimiento nacional palestino. Ahora, nuevamente, utiliza la promesa de la acción diplomática para hacerse insustituible y sacar fondos de origen extranjero. Sin embargo, el movimiento nacional árabe-palestino es mayor que Yasser Arafat; sobrevivirá a su ineptitud y su ego. Desgraciadamente, está cortado con el mismo patrón que su predecesor, que dominó también el movimiento nacional palestino durante tres decenios, el gran muftí de Jerusalén Hajj Amin Al Husaini. La cuestión positiva reside en que hay dirigentes competentes, no corruptos, capaces de encaminar a los palestinos hacia la constitución de un Estado. Y parece que estados árabes como Arabia Saudí, Jordania y Egipto quieren echar a Arafat y apoyar a sus sucesores.

       Sexta. La simpatía en Norteamérica por Israel es mayor y más profunda que nunca desde octubre de 1973. La perspectiva del 11-S colocó a norteamericanos e israelíes en un talante ideológico idéntico: responder a los terroristas que atacan civiles desarmados en el trabajo, el ocio y la plegaria. Y, sin embargo, un presidente estadounidense consciente de los riesgos diplomáticos que representa comprometerse en las relaciones árabe-israelíes se ha mostrado partidario de la creación de un Estado palestino en medio de un creciente sentimiento antiárabe en su país. La nueva idea-fuerza de la Administración Bush consiste en apoyar una conferencia regional o internacional adecuadamente organizada precedida de las pertinentes negociaciones sobre cuestiones fundamentales en la que se enmarquen las correspondientes conversaciones bilaterales palestino-israelíes. Y, todo ello, con el apoyo del sector responsable del mundo árabe, la UE, las Naciones Unidas y Rusia.

       Séptima. El paradigma palestino-israelí puede progresar desde la violencia y la contraviolencia a otro modelo que incluya el fin de los asentamientos israelíes y de su expansión, el inicio de la retirada israelí, la imposición de graves sanciones contra los palestinos que empleen la violencia y la creación de un flujo financiero destinado a transformar las vidas de los palestinos en las áreas de Cisjordania y Gaza. Entonces los palestinos y los israelíes podrían vivir existencias separadas y satisfacer sus propias aspiraciones, libres de la amenaza de la fuerza y de interferencia externa. Si bien se ha demostrado que la búsqueda y la construcción de la paz son difíciles, el mantenimiento de la paz será tarea aún más ardua. No esperen demasiado, demasiado pronto.

KENNETH W. STEIN, profesor de Historia de Oriente Medio y de Ciencia Política de la Universidad de Emory en Atlanta, Georgia. Autor de "Heroic diplomacy: Sadat, Kissinger, Carter, Begin and the Quest for Arab-Israeli Peace", 1999

Traducción: José María Puig de la Bellacasa